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De la noche a la mañana, un buen día, te encuentras aprendiendo a caminar de nuevo.

Nuevas referencias, nuevos soportes, nuevas destrezas … cuesta incorporar los nuevos patrones de marcha y las sensaciones no siempre son todo lo agradables que esperamos (ni el proceso es todo lo fácil que desearíamos).

Más bien al contrario: en esta nueva etapa, cuando empiezas con el manejo de una prótesis, te encuentras con un montón de emociones y sensaciones (tanto físicas como psicológicas) con las que nunca antes habías «curtido». Costa reconocer cuáles son parte de un proceso normal y qué hay que trabajar. Costa también confiar en que es precisamente eso: un proceso, y que todo acabará bien.

Pero, si ya de por sí es un momento duro y complicado (vivencia que se repetirá posteriormente en cada cambio de encaje sobre todo), aún lo es más si no cuentas a tu lado con un profesional que no sólo domine el tema, sino que también se ponga en tu lugar en cada uno de estos nuevos pasos que se van a ir dando juntos.

En mi caso partí de tener un muy buen profesional en mi ciudad de origen (soy de Zaragoza), del que no tengo ninguna queja y que siempre me atendió con corrección y ofreciéndome lo mejor que me podía aportar en cada momento.

Lo que pasa es que, como suele pasara en estos casos, la casualidad quiso que conociera a Marcos y que tuviéramos la oportunidad de trabajar juntos un modelo de encaje muy concreto y que no me habían ofrecido nunca, «El MAS» , que era un reto para ambos. Requería mucho trabajo conjunto y mucha comunicación, además de que era bastante complicado de realizar. Podía resultar todo un éxito, o si no salía bien, implicaría tener que empezar de cero, un nuevo sistema descartando todas las ventajas que implicaba dicho M.A.S

Como digo, no es que en Zaragoza me fuera mal, pero descubrir a alguien que te aporta cosas tan nuevas y con un plus de funcionalidad y comodidad, supuso para mí todo un mundo.

El encaje quedó perfecto y no lo dudé más: esto es lo que quería al menos desde ese momento en adelante.

Desde entonces he tenido que cambiar una vez más de encaje y he vuelto a contar con Marc.

Me gusta su manera de trabajar, lo que me aporta, lo que me escucha y lo mucho que se esfuerza. Me gusta que se ponga en mi lugar, que trate de comprenderme vez que trata de sacar lo mejor de mí. Es sincero y claro cuando te transmite las cosas, y muy, muy honesto y confío en lo que él me dice o comenta, ya sé que es algo que considera positivo para mí.

Puedo manifestar con tranquilidad todo lo que voy sintiendo en cada momento y sé que él lo va a tener en cuenta, que no va a pasarlo por alto y le va a dar la importancia que tiene.

Sé que no se quedará tranquilo hasta que me sienta cómoda con su encaje, su alineación, sus medidas … y estará pendiente hasta que le diga: «puedo caminar como lo hacía antes del cambio».

Porque esta es una de las cosas que más miedo me dan cada vez que cambio de encaje: no volver a caminar tan cómoda, como lo hago antes de la cambio. Y sé que él lo sabe también y le da la importancia que yo le doy. Y eso, para mí, es prioritario.

En breve me toca un nuevo cambio y él ya me está ofreciendo su disponibilidad más absoluta.

Esto, cuando cuesta tanto el cambio, cuando además no estás en tu ciudad con todo lo que ello implica, es algo muy de agradecer.

Enhorabuena, Marco, por tu actitud en tu trabajo y hacia tus pacientes.

No cambies nunca porque ya sabes que el colectivo necesita de profesionales como tú.